sábado, 14 de mayo de 2011

Allwënn, Cuarta estrella. A Vida o Muerte.


 —¿Qué hay, en realidad, más peligroso que una mujer?


Los recuerdos de Äriel, primero



Le apretaba demasiado. 
Ella mira su muñeca prisionera entre mis dedos tragándose un gesto de debilidad. Mientras, Gharin se le aproxima por uno de los lados. Arrastra su silla para quedar lo bastante cerca de ella como para propiciar un contacto mucho más cercano e íntimo. Se da cuenta tarde o disimula muy bien ante el acoso. Ella le recibe con una sonrisa encantadoramente falseada en su rostro. Las manos de Gharin no se hacen esperar. Hay que hacer creíble la pantomima. Hay que retenerla lo bastante para sonsacarle información sin que nadie sospeche. El coqueteo es el disfraz más acertado en este contexto. Nadie se sorprendería de unos clientes que flirtean y entretienen a una de las camareras.
Me mira. Ya la he obligado a sentarse con nosotros. Es una manera digna, casi orgullosa de pedir condescencencia a través de su mirada. Accede a jugar al juego que nosotros imponemos. 
Gharin ya ha empezado a pasar la mano sobre sus hombros. El juego ha comenzado y le llevamos ventaja. Suelto su muñeca pero he dejado mi palma sobre su mano. Fuerzo la sonrisa también yo. Alargo mi jarra hacia ella y le ofreco beber en un gesto de tregua.
-Que parezca que disfrutas con esto.
Acepta porque no tiene muchas opciones. Bebe un sorbo corto, apenas mojarse los labios. Me vuelve a mirar. En sus ojos hay un millar de lecturas.  Trata de parecer cómoda en la situación, de ser solvente, de no dejarse intimidar pero no es cierto. Está temblando porque lo percibo en el contacto de mi mano con el dorso de la suya.
-Y ahora... dinos por qué no es seguro este lugar. 
Mis dedos empiezan a recorrer su piel. Ella suspira y empieza a ofrecer detalles. Está nerviosa. Gharin sigue acariciándola. Sus manos la envuelven. Ella trata de no parecer soprepasada. Me gustan sus esfuerzos por mantenerse íntegra, por dar imagen de que es ella quien controla la situación... sin embargo, noto su turbación por nuestra proximidad, su incomodidad ante nuestras manos... pero hay algo que la mantiene ahí. Una parte de ella desea quedarse. No hago esto por disfrute. Hay razones de peso. No soy como Gharin, él está disfrutando este teatro.  
Una trampa, una encerrona. Según nos cuenta. Eso es lo que va a ocurrir. Usar la seducción como arma mortal. Tan viejo... tan retorcido. Acabar con un problema entre las sábanas. Es una guerra de bandas. Una maldita guerra de bandas que va a teñir de sangre todos los lechos de este burdel y nos ha encontrado en medio. Una maldita guerra de bandas. ¡Lo que nos faltaba!
Miro alrededor mientras habla. A pesar de lo apremiante de la situación, el teatro necesita más convicción. Gharin parecía muy cómodo en su papel. No finge. Ella sí lo hace. Nuestras manos la incomodan. No puede esconder que no está acostumbrada al tacto de los hombres. Es algo más allá de toda duda. Ella no alterna. De hecho no creo que haya pasado de servir cervezas y fregar la sala. Quiere parecer natural, cómoda, tranquila pero su piel se crispa con cada roce, como si nuestro contacto fuese eléctrico. Pero hay algo de ella que me golpea y que me intriga. Nos ha revelado el peligro y no hay razón lógica para ello. Luego está su esfuerzo por parecer fuerte y eso la hace realmente fuerte. Hay algo en ella...

En aquel lugar parece que nadie se percataba de lo que ocurre en la mesa. Todo el mundo está demasiado distraido en su "propios asuntos" y por regla general esos "asuntos" también tienen las piernas bonitas. Sin embargo, eso sólo es así en apariencia. Madame hace un rato que no nos quita ojo de encima. Está claro que no le gusta que entretengamos a su camarera. Pero no es la única. Hay una chica, muy guapa, de gesto altivo, segura, que nos mira desde la balaustrada del segundo piso donde se exhibe junto al resto de chicas. Sin embargo, el que más me preocupa es un tipo grande y fornido que hay en un rincón junto a las chicas. Luce las cicatrices propias de quien ha hecho de la violencia su modo de vida. Su mirada es depredadora. Sabe algo. Intuye algo. Estoy poniendo en peligro a esta chica, pero ella es la única que puede ayudarnos.
Toco su piel y sus ojos vuelven a mirarme. Sigue hablando pero mis dedos leen más allá de sus ojos y sus poros. Hace el esfuerzo por mantener la coherencia en el discurso y yo... yo lo hago por no hundirme en aquel tacto eléctrico. Me esfuerzo por atender a la gravedad de la situación. No sé qué me ocurre. Solo es una camarera. 
Nos confiesa que va armada cuando mis manos habían decidido pasearse por sus muslos. Por encima de su gruesa falda pero a la altura de su ingle mi mano encuentra un tesoro escondido. Toco el pomo de un puñal. tosco pero afilado. Es lo que iba encaminado a encontrar pero una parte de mi lamenta dejar de tener una excusa para quedarme de sus muslos. 
¡¿Pero qué estoy diciendo?!

De un movimiento preciso le retiro el arma de su entrepierna que cae al suelo. Ella se siente indefensa. Es necesario. Es necesario. Ella ha sido justa. Tiene palabra. Yo también. La dejamos ir creyendo que gana, sabiendo que pierde. 
Gharin me mira. La situación se complica. Suspiro y antes de saber cómo o por qué mis ojos están buscando a esa camarera que al regresar a la barra ha centrado la atención de sus compañeras. Ella sonríe con un gesto extraño y apenado en la cara. Está sola en mitad de un océano de basura y yo no sé por qué eso debería preocuparme más que mi propia suerte o la de mi compañero... pero lo hace. Es la primera vez que me ocurre. 
Vuelvo a mirar al tipo duro que vigila el local. Me mira y luego la mira a ella. Esa chica está en peligro.
-¿Y bien? -Gharin hace un rato que espera una respuesta.
-Ofrece 20 Ares por la chica.
-¿Por la camarera? ¿Quieres subirla a las habitaciones? -Gharin me mira como si hubiese perdido el juicio. Quizá lo he hecho. Debería de estar acostumbrado. Maldito elfo-. Una noche con ella no vale...
-¡¡20 Ares. Gharin!!- me enfurece que me cuestione. -Quiero una oferta que nadie pueda rechazar. Es mi dinero. Tú consigue que la Madamme acepte jugar con su camarera.
-Por ese precio te dejaría jugar con el mediorco que tiene tras la barra. Es mucho por pasar una noche, Allwënn -dice mientras se levantaba con mi bolsa de plata en sus manos.
-Es muy poco dinero por una vida... -pero eso ya no lo puede escuchar. Mi voz se la traga el murmullo frenético del local.
La busquo una última vez con la mirada. 
Una vida. 
Ni siquiera yo sé de la trascendencia de lo que acabo de hacer.
No sé por qué lo he hecho. Pero no puedo no hacerlo.

 


 



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